Covid-19: La urgencia de una acción coordinada e integral

Posicionamiento de decanos/as y vicedecanos/as de la Universidad Nacional de Córdoba

 

La pandemia por el coronavirus SARS-CoV-2, agente causal de la enfermedad COVID-19, nos encuentra ante la peor tragedia sanitaria mundial de las últimas décadas. Conmociona todos los aspectos de la organización social, se cobra la vida de miles de ciudadanos/as y ha enfermado a otros/as cientos de miles.

Las estrategias para reducir al máximo su impacto y gestionar sus consecuencias involucran diferentes actores. Es central, evidentemente, el rol del Estado en sus diferentes niveles geográficos, la articulación entre ellos y la construcción de consensos entre diferentes sectores políticos. También el papel de la comunidad y de diversas organizaciones. Desde la Universidad consideramos que también nos interpela la necesidad de asumir un posicionamiento. Con la perspectiva que el saber académico nos permite, conjugando componentes inter y multidisciplinares, nos interesa compartir algunas recomendaciones. Primero, queremos hablarle a la comunidad cordobesa:

– La circunstancia que transitamos en nuestra provincia no es en absoluto la post pandemia que pareciera percibirse en buena parte de la ciudadanía, que comienza a retomar sus conductas y hábitos pre pandémicos. Luego de un combate de varios meses en que la situación logró ser contenida, los contagios comienzan a multiplicarse rápidamente y el sistema sanitario está recibiendo una fuerte sobrecarga. La situación se agrava en la ciudad y diferentes localidades, y adquiere una velocidad de empeoramiento constante que requiere ser intervenida con el compromiso de toda la comunidad.

– La pandemia es un fenómeno social y sólo podemos contener sus consecuencias nocivas de forma efectiva actuando de manera colectiva. Por ello es necesario que, más que nunca, reforcemos los compromisos de cada persona con la comunidad. El mayor aislamiento físico que requiere la pandemia no implica que la comunidad deba debilitarse sino todo lo contrario, debe ser parte de los comportamientos de cooperación. Por eso mismo, es necesario trabajar en mayores acuerdos y alejarnos de falsas dicotomías que entorpecen cualquier esfuerzo en pos del bien común. No se trata de elegir entre salud o economía, entre libertad o sometimiento a la autoridad estatal. Una tragedia sanitaria es un escenario que nos interesa evitar a todos.

– Debemos aceptar que convivimos con el riesgo y que es necesario incorporar a los hábitos cotidianos nuevas estrategias de cuidado.  Tener cuidado es cuidar a los que queremos y a toda la comunidad. Porque el riesgo del descuido no es solo enfermarnos: es enfermar a los demás e incrementar el peligro del resto, por generar una mayor circulación del virus. Debemos recordar que la mayor parte de quienes han contagiado a otras personas pensaban que estaban sanos. Lo cierto es que podemos haber estado expuestos y no saberlo, por lo mismo que podemos estar infectados y no saberlo: las personas portadoras del coronavirus SARS-CoV-2 contagian antes de tener síntomas de COVID-19, y en algunos casos cursan toda la infección de manera asintomática o con síntomas leves. Por eso no hay certeza de que estamos sanos cuando no tenemos síntomas y es importante que prime en todo momento la precaución. Además, nuestra alerta y alarma para tomar medidas preventivas debería ser creciente a medida que tenemos más indicios de que podríamos habernos infectado, ya sea por síntomas, ya sea por alguna exposición.

Queremos también hablarle al sector público, con relación a las estrategias de combate de la pandemia:
– La estrategia de temprana implementación del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio en nuestro país tuvo un evidente resultado favorable en nuestra provincia durante varios meses. Aunque la progresiva apertura ha sido un gran alivio para muchos cordobeses, no debemos descartar que sea necesario repetir esta estrategia nuevamente en Córdoba. Por ello, consideramos que las acciones concebidas como cierres y aperturas intermitentes pueden ser más adecuadas que las acciones diseñadas como fases (que sugieren un “progreso hacia adelante” y cargan los nuevos cierres con la connotación del retroceso).

– El conocimiento médico y de todo el equipo de salud destinado a la contención de la pandemia es invalorable, pero no es suficiente. Además, el sistema sanitario ha realizado un enorme aporte durante estos meses, con la reorganización de servicios, adquisición de nuevos equipamientos, provisión de insumos críticos, protocolización de la atención y fortalecimiento de las Unidades de Terapia Intensiva, entre otros. Sin embargo, cabe advertir dos cuestiones:
En primer lugar, el problema sanitario que provoca la pandemia no se restringe a la dificultad de la debida atención de la enfermedad COVID19. Por el contrario, esta pandemia ha resentido y seguirá resintiendo los niveles de atención sanitaria considerados de alta complejidad, los cuales fueron impuestos a través de la mercantilización de la medicina y del sistema de salud, produciendo un importante sesgo en dicho sistema anulando casi por completo aquellos niveles de atención caracterizados a través de la medicina social, preventiva y familiar. En tal sentido, consideramos necesario re impulsar fuertemente estrategias de Atención Primaria de Salud (APS), reforzando las estrategias de detección temprana de COVID-19 durante la pandemia pero sin descuidar la asistencia de otras problemáticas sanitarias tales como la salud sexual y reproductiva, la salud mental comunitaria y las enfermedades crónicas no transmisibles, entre otras.
En segundo lugar, el proceso salud/enfermedad/atención es mucho más que un problema médico y su tratamiento trasciende por mucho el ámbito de los hospitales. Requiere de un abordaje integral e interdisciplinario. Hay que atender a los comportamientos, a los vínculos, a los sentimientos que genera esta situación excepcional. Por ello, recomendamos incorporar en las estrategias miradas  interdisciplinares para atender las diversas dimensiones del impacto de la pandemia en la comunidad, y de las condiciones para que sean efectivas las estrategias de contención de contagio.

– La prevención en el territorio y el trabajo comunitario son esenciales a la hora de acompañar las  medidas dirigidas a lograr el aislamiento preventivo y el distanciamiento social. En tal sentido, consideramos que sería importante conceder mayor atención a las organizaciones sociales territoriales como un actor clave a la hora de lograr mayor efectividad en las acciones definidas. Para ello, es importante dialogar y articular con éstas las recomendaciones y medidas específicas para los barrios populares dirigidas a evitar la propagación del virus. En el mismo sentido debe considerarse, en diferentes localidades, el rol de equipos locales que conozcan las particularidades de sus territorios. Redundará en un efecto de mayor involucramiento comunitario realizar un trabajo de proximidad y
acercamiento, donde la distancia física no impida nuevas formas de lazo social.

– Aunque es entendible que el Estado busque transmitir tranquilidad y esperanzas en un momento de catástrofe, es importante que los riesgos que afrontamos sean comunicados de manera asertiva. Un mensaje que transmita la existencia de una situación “bajo control” o un inminente “pico” puede desplazar la relevancia que tiene, para que tales cosas ocurran realmente, el cuidado por parte de la comunidad. Además, puede reforzar procesos de negación de las personas, que tienden a activarse en momentos trágicos, debilitando el compromiso con el cuidado que implica ser conscientes del peligro real. Se trata entonces de presentar un escenario de esperanza, pero sin esconder que el colapso sanitario es una posibilidad y que evitarlo depende, en gran medida, de reconocer la gravedad de la situación y actuar en consecuencia.

-Finalmente, queremos advertir sobre discursos que tienden a patologizar, desde los medios o las redes, lo que son respuestas esperables y no patológicas a un contexto como el que vivimos en el marco de la pandemia. Sentir angustia o ansiedad, ya sea por el temor a los riesgos que nos rodean, ya sea por la reducción de interacciones sociales y cambios en nuestra vida cotidiana, no necesariamente implica que estemos desarrollando un problema de salud mental. Es importante no permitir que se banalice una
cuestión que es, ciertamente, de gran importancia. En efecto, algunas personas pueden tener mayores dificultades para lidiar con el actual contexto, y desarrollar problemas que requieran atención. Otras, con problemas preexistentes, podrían experimentar un empeoramiento. Frente a ello es fundamental que la respuesta sanitaria pública a la pandemia incluya estrategias de acompañamiento, contención y tratamiento para aquellas personas que lo necesiten.

Ya hay avances en el desarrollo de vacunas efectivas. Se considera que la vacunación de la población contra el SARS-CoV-2 será la herramienta clave para detener la pandemia de COVID-19. Actualmente hay más de 160 proyectos de vacunas en camino, con diferentes tecnologías. Entre esos proyectos, 28 se
encuentran en fase clínica en seres humanos, de los cuales 7 son los proyectos más avanzados, ya que se encuentran en fase clínica 3, la última antes de la aprobación por las autoridades sanitarias. Los resultados previos (fases 1 y 2) de estos 7 proyectos, todos publicados en revistas científicas de alto prestigio, son muy prometedores y auguran una alta posibilidad que en el futuro próximo se pueda contar con al menos una vacuna que sea efectiva para prevenir la infección con SARS-CoV-2. Si bien algunos consideran posible que una vacuna pueda ser autorizada para fines de 2020 o inicios de 2021, ello no significa que estará disponible inmediatamente para la población en general. Se deberá primero escalar los procesos de fabricación para poder comenzar a producir y distribuir miles de millones de dosis. Ello significa que se deberá vacunar paulatinamente distintos grupos de personas, hasta obtener una cobertura mínima en la población que asegure disminuir o interrumpir la diseminación de la infección.

Ya se ha iniciado la discusión si se debe dar prioridad a algunos grupos poblacionales en particular y cuáles serían los primeros grupos en recibir la vacuna. Sin embargo, esta discusión solo se podrá consolidar cuando se conozca la efectividad de la vacuna que se autorice, entre otros factores a considerar. La protección que se pudiera obtener luego de la vacunación no será tampoco inmediata, ya que la estimulación del sistema inmune demanda entre 15 a 30 días luego de la vacunación. La inmensa mayoría de los proyectos de vacunas requieren la aplicación de dos dosis espaciadas por 28 días para obtener una respuesta robusta del sistema inmune. Es por estas razones, junto con la disponibilidad de un número mínimo de dosis, los tiempos de distribución y vacunación de la población y la efectividad de la vacuna que la solución que se espera ver con las vacunas no sea inmediata post autorización de la vacuna y demandará el mantenimiento de las condiciones de prevención ya vigentes por un tiempo considerable, posiblemente durante todo el año 2021.

María Inés Peralta (Decana Facultad de Ciencias Sociales UNC)
Jaschele Burijovich (Vicedecana Facultad de Ciencias Sociales UNC)
Gustavo A. Chiabrando (Decano Facultad de Ciencias Químicas UNC)
Marcelo M. Mariscal (Vicedecano Facultad de Ciencias Químicas UNC)
Gustavo A Monti (Decano Facultad de Matemática Astronomía y Física UNC)
Flavia Dezzutto (Decana Facultad de Filosofía y Humanidades UNC)
Ana Mohaded (Decana Facultad de Artes UNC)
Miguel A. Rodríguez (Vicedecano Facultad de Artes UNC)

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