Honrarás a tus muertos

Durante la jornada del 2 de noviembre, la Facultad de Filosofía y Humanidades junto a la Facultad de Artes celebraron el Día de Muertos mediante una conmovedora “instalAcción” en patio del Pabellón México.

Por Revista Alfilo

 

Quizás todos nosotros no seamos otra cosa que la suma indescifrable de nuestros muertos. De nuestro azaroso linaje familiar. De esas personas singulares que por alguna entrañable o caprichosa razón nos marcan en vida, despertándonos sentimientos de amor, admiración, cariño, odio, tristeza, ira, alegría, empatía o afecto.

Así, cuando la parca se presenta, cuando el corazón finalmente se paraliza y como personas corpóreas dejamos de existir, desde que la humanidad tiene memoria, cada una de las culturas ha sabido tejer y llevar a la práctica una serie de rituales, de diversas improntas y significación, para sobrellevar ese particular y definitivo momento.

El rito fúnebre ceremonial, colectivo, en clave de comunidad, nos invita a transitar esas horas, esos sentimientos, esos instantes. A sobrellevarlos y resguardar la riqueza de cada legado, también la obra, la memoria o el cúmulo de recuerdos o vínculos que genera cada ser humano desde el momento que nace, vive y también muere.

En los últimos años, el sincretismo de nuestra cultura, cruzada por patrones indígenas, occidentales y cristianos, viene incorporando una serie de ritos o manifestaciones populares que hacen a la conmemoración de nuestros muertos.

Así, desde tiempos remotos, el Día de los Muertos es una tradición en la cual se honra a los difuntos, celebrándose el 1 y 2 de noviembre.

En Argentina se celebran en estas fechas desde 1910, en coincidencia con el Día de Todos los Santos. Se trata de una tradición cristiana que fue cobrado un importante arraigo en las provincias del norte como Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero y también Salta. Incluso, hasta hace algunas décadas el Día de los Muertos (2 de noviembre) era feriado en Argentina.

Fue hasta que la última dictadura cívico-militar de manera arbitraria, y junto a los festejos del carnaval, decidió quitarla de nuestro calendario. Hasta esa fecha, era natural observar las visitas en familia o grupos de amigos hacia los cementerios, para realizar la colocación de ofrendas florales, comidas típicas o bebidas, en la tumba de cada difunto. Según reza en esta tradición, cuyo origen se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, las almas de los muertos regresan del “más allá” el mediodía del 1º de noviembre y retornan el mediodía del 2 de noviembre. Sus familiares, allegados o seres queridos honran la memoria de estas almas a través de distintos ritos y ofrendas.

En nuestra América –y actualmente con una importante proyección internacional–, la celebración del Día de Muertos es una tradición de raíces mexicanas que data de los tiempos prehispánicos. Allí, el 1º de noviembre, llamado Día de Todos los Santos, es cuando retornan a la tierra las almas de los niños y el 2 de noviembre, Día de Muertos, es cuando arriban las almas de los adultos.

Bajo esta colorida tradición, los difuntos salen del lugar donde murieron para regresar a sus hogares y visitar así a sus familiares, quienes les realizan todo tipo de ofrendas. Es por ello que en México los rituales cobran una dimensión más festiva, donde los ritos y la participación de su gente se producen de manera masiva, en las calles y hogares de cada pueblo o ciudad.

El origen del Día de Muertos en México provine de su propia cultura aborigen. Son rituales que ya eran realizados por los aztecas y los mayas. El Día de Muertos caía entonces en el noveno mes del calendario solar azteca, cerca del inicio de agosto y era celebrado durante un mes completo. Así, las festividades eran presididas por el Dios Mictecacihuatl, conocido como “la Dama de la Muerte”. Dada la magnitud de esta celebración, a partir del año 2003, la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) declaró al Día de Muertos como patrimonio cultural de la humanidad.

“Día de Muertos” 

La recreación particular de esta fecha y el cruce simbólico del conjunto de estas tradiciones, tuvo su escenario específico en la Facultad de Filosofía y Humanidades.

El 2 de noviembre de este año, desde las 11 y hasta las 22 horas, el patio de Pabellón México quedó completamente intervenido, bajo la propuesta de una “InstalAcción” impulsada desde la Cátedra de Teoría Antropológica III del Departamento de Antropología de la FFyH y la Especialización en Estudios de Performance de la Facultad de Artes.

Se trató de una iniciativa conjunta, de convocatoria abierta, donde se celebró el Día de Muertos, a través de una ceremonia que habilitó un espacio común para compartir en la universidad esa comunión afectiva que se establece entre vivos y muertos. La idea puso en diálogo la riqueza de esa compleja y heterogénea tradición cultural, pudiendo instalar un pagano y ecléctico altar, colmado de flores, guirnaldas, objetos y telas, en una de las esquinas del patio del Pabellón México.

De esta manera, cada uno de los que se acercaba a participar, lo hacía con un retrato o la imagen de la persona fallecida que deseaba recordar en público. A estas fotografías, o simplemente nombres escritos a mano, le sumaban velas, flores, cartas, sahumerios, comida, dibujos, frases y objetos individuales que rendían tributo a la memoria singular de la persona recordada.

Así, fue notable el cariño expresado a Dardo Alzogaray, quien falleció el 29 de septiembre del 2015. Dardo fue profesor de Historia, egresado de la Escuela de Historia, y llegó a desempeñarse como Vicedecano de la Facultad de Artes. Su imagen estaba al lado de su amigo Eduardo Remedi, egresado de Ciencias de la Educación la FFyH y exiliado político en México, durante la década ´70. En esta misma línea hubo muchos rostros y nombres cercanos a la vida académica de ambas facultades. Pero tampoco faltaron los rostros de personajes entrañables de nuestra vida política y cultural como Eva Perón, Mercedes Sosa, Néstor Kirchner, el Flaco Spinetta, Gilda, Hugo Chávez, Julio Cortázar, entre muchos otros.

A su vez, la muerte producida bajos signos de violencias y/o autoritarismo, también fueron parte de la jornada. En distintos rincones, se pudieron observar fotografías de jóvenes desaparecidos o mujeres víctimas de la violencia de género, como parte de ese gran altar conmovedor, que se extendió como un gran mural mexicano, en una de las paredes principales de este patio.

Toda la experiencia fue movilizadora. Para muchos, la celebración del Día de Muertos también significó revalorizar la historia de los Pabellones de Ciudad Universitaria. Dotarlos de una nueva dimensión y a su vez pensar la institución como un espacio abierto y común para compartir con otros, sentimientos y ritos. Dentro de la propuesta, se realizó un taller de elaboración de flores. Rondas de lectura de textos literarios y poéticos. Otras referidas a la relación entre violencia, muertos y envejecimiento. Se compartió un almuerzo a la canasta y hasta pasadas las 22 horas, se disfrutó de buena música a cargo del DJ. Fede Flores. También hubo cantos, intervenciones circenses, maquillajes y una serie de performances artísticas, a cargo de las alumnas de la Especialización en Estudios de Performance quienes además, colaboraron en el montaje y la puesta del altar.

Para Gustavo Blazquez, profesor de la carrera de Antropología y mentor de esta iniciativa, la idea fundamental fue “construir un espacio para estar juntos, con independencia de cualquier otra tradición”. Convencido de que la idea de honrar a nuestros muertos puede ser también una excusa perfecta para celebrar la vida; la posibilidad del encuentro, el abrazo, la mirada, el diálogo, el gesto, el silencio. El arte y la música.

 

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